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Julio César cruza el Rubicón

La Galia a los pies de Julio César

En el verano del 50 a.C., Julio César había conseguido someter toda la Galia bajo el poder de sus ejércitos. Lleno de fuerza por sus éxitos militares decidió volver a Roma imponiendo sus condiciones. Concretamente, exigió optar las funciones consulares mientras permanecía en la Galia, lo cual le enfrentó directamente con el senado. Se trataba de un asunto especialmente difícil de asumir por el senado, ya que el derecho romano, para evitar cualquier tipo de rebrote de una dictadura similar a la de Sila, dictaba que los comandantes del ejército renunciaran a la capitanía de sus legiones antes de entrar en Roma. César era consciente de que si aceptaba esta norma y se despojaba de su capacidad militar, sus enemigos  le procesarían inmediatamente, acusándole de abusos de poder durante su primer consulado. Todo esto siendo, también, muy consciente de que ganaría las elecciones por regresar con la aureola de héroe. Pero sabía que si se celebraba un juicio sería el fin de su candidatura.

Busto de Julio César

Cruzando el Rubicón

César plantó cara a sus oponentes en la misma Roma promoviendo la invasión de Italia. El 11 de enero del año 49 a.C. cruzó el río Rubicón, que era la frontera natural de la provincia de la Galia Cisalpina y los territorios italianos de Roma. Según los cronistas de la época, pronunció la célebre frase "Iacta Alea est" (la suerte está echada). Ante el avance de las tropas de César, Pompeyo optó por la retirada, replegándose hasta Brundisium, actual Brindisi, en el talón de la bota de la península itálica. El plan de Pompeyo era embarcar rumbo a Grecia con más de 20.000 hombres para sumarlos a los ejércitos que estaba congregando en las provincias orientales. Sin embargo, la autoridad de Pompeyo entre sus tropas estaba en entredicho, y uno de sus subordinados, haciendo caso omiso a los mensajes de su comandante en jefe quedó aislado en Corfidium, en el centro de Italia, viéndose obligado a rendir a sus 10.000 hombres antes César.

Esto resultó ser decisivo en el devenir de los acontecimientos. Al deponer las armas los miembros de la guarnición del Corfinium, donde había muchos integrantes de la oposición política de César, César puso a los soldados a su servicio y dejó libre al resto. Este gesto de clemencia, nunca visto anteriormente en las guerras civiles romanas, tuvo un efecto demoledor para que el pueblo se inclinará por apoyar a César. La contienda se prolongó hasta agosto del 48 a.C., cuando el ejecito de Pompeyo salió derrotado en la batalla de Farsalia, en el norte de Grecia. 

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La batalla de Farsalia

Ninguno de los líderes tenía la más mínima duda de que, pese a la inferioridad numérica, la infantería de César arrollaría a los inexpertos soldados de a pie de Pompeyo. Pompeyo pensó que desplegando su infantería, más numerosa que la de César, por su flanco izquierdo le permitiría neutralizar las milicias montadas por César para después atacar por la retaguardia al resto del ejecito enemigo. Pero, tal y como vimos en la anterior entrada del blog, una de las habilidades de César era la anticipación a los movimientos de sus oponentes, y sabía que esta era la única opción de Pompeyo para ganar la batalla. César renunció a formar tres líneas de su infantería, como era habitual, adoptando una estructura de cuatro filas y utilizando esa cuarta línea como ariete para arremeter frontalmente contra la caballería de Pompeyo en cuanto esta lograra derrotar, como preveía, a la su propia caballería. Al ver Pompeyo que su caballería huía comprendió que la derrota era inevitable y abandonó el campo de batalla mientras las tropas de César remataban al ejercito de Pompeyo y provocaban la huida de sus efectivos. Pompeyo dejó tras de sí más de 6.000 cadáveres y más de 24.000 prisioneros. Una vez más, el punto fuerte de César fue analizar la batalla desde la óptica de su enemigo y adelantarse a sus movimientos.

Poco antes de esto, y previendo que entraría en guerra con Pompeyo, César había estado preparando el frente político, al cual dedicaría el resto de su vida. A César le preocupaba poder dominar todas las estructuras del estado y poder erigirse como el dictador de Roma. Puesto que ocupó en el año 49 a.C. durante un breve periodo de tiempo y que volvería a ocupar por un periodo más largo tras la batalla de Farsalia.

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