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César, el gran general

Del año 58 a.C. al 50 a.C. César asentaría los cimientos de su reputación como el mejor y más grande general de la historia de Roma. Sus enemigos confiaban en que su falta de experiencia como alto mando militar acabaría con él, víctima de alguna de las tribus que habitaban más allá de las fronteras de Roma. Sin embargo, ocurrió lo contrario.

César y sus habilidades militares

César demostró ser perfectamente capaz de desarrollar en el campo de batalla las mismas habilidades que le habían permitido alcanzar el éxito en la política. César tenía una ilimitada capacidad para planificar movimientos anticipándose a sus enemigos, una impresionante capacidad de reacción ante los problemas y, sobre todo, una gran confianza en sus aptitudes personales.

César planificaba minuciosamente el suministro logístico de sus ejércitos, tenía muy claro que las guerras no se ganan en tanto en el campo de batalla como en la mesa de negociaciones y demostraba una gran habilidad para analizar los más mínimos movimientos de su enemigo dispuesto a reaccionar ante todos ellos.

Era conocido por no usar nunca dos veces la misma estrategia en un combate y ponía especial atención a ganarse la mente y el corazón de todos aquellos que entendían que el mejor modo de promover sus propios intereses pasaba por brindarle su apoyo.

Busto de Julio César

Pero en su hoja de servicios no todo eran éxitos. En el invierno del 54 a.C. al 53 a.C., durante las guerras en la Galia, repartió a sus legiones en distintos campamentos con el fin de evitar que un único asentamiento galo se viera obligado a soportar la carga de las decenas de miles de legionarios romanos acantonados en su territorio, lo cual haría que se agotasen todos los recursos de la región. Pensaba que haciendo esa concesión sería suficiente para que ninguna tribu gala organizase una revuelta contra él. Fue una terrible asunción por parte de César, ya que los bárbaros aniquilaron un contingente de más de 8.000 hombres al engañar al comandante al frente de uno de los campamentos convenciéndole de que podía abandonar el fuerte. César no contempló ni remotamente esta posibilidad, y no disponía de ningún plan de contingencia para estos casos. En el año 52 a.C. volvió a sufrir una importante derrota a manos de otra tribu gala, derrota que atribuyó al pánico de sus tropas. César dedicaba mucho tiempo a intentar transmitir a sus subordinados los planes tácticos y estratégicos que concebía, pero en ocasiones esperaba mucho más de lo que les había transmitido.

La muerte de Craso

Mientras tanto, Craso, carcomido por la envidia que le hacían sentir los éxitos de César y Pompeyo, organizó una invasión del imperio Parto contraria a la ley. El reino Parto estaba integrado por los actuales territorios de Irán, Irak y parte de Turquía, y era la única potencia que aún seguía resistiendo más allá de los limites de Roma. Como era de esperar, Craso sufrió una aplastante derrota. Craso marchó con 35.000 hombres hacia la ciudad de Carras (actual Harrán en Turquía). Las crónicas de la época afirman que murieron unos 20 000 soldados romanos, entre ellos el propio Craso, y otros 10 000 fueron hechos prisioneros y esclavizados. Esta estrepitosa derrota del miembro más rico del Triunvirato dio origen a la expresión Crassus Errare, que a día de hoy seguimos utilizando "craso error".

Busto de Julio César

Pese a que la muerte de Craso eliminaba un rival en la competencia entre César y Pompeyo no fue una buena noticia, ya que eliminaba al principal mediador entre ambos. A pesar de que años atrás la muerte de Julia, hija de César y esposa de Pompeyo, ya había asestado un duro golpe a la relación entre ambos, la muerte de Craso fue un golpe casi definitivo a la relación entre César y Pompeyo. En el año 52 a.C., cada vez más preocupado por el ascenso de César, Pompeyo cortó todos los lazos que aún mantenía con César y empezó a prepararse para la eventual guerra entre ambos.

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