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Julio César, la batalla de Ilerda

La batalla de Ilerda

A finales de junio del año 49 a.C. tendría lugar una de las batallas más importantes de la segunda guerra civil romana. En el territorio anteriormente habitado por el pueblo íbero de los Ilergetes se enfrentaron los dos grandes ejércitos romanos enfrentados en la II guerra civil romana.  Ilerda, actual Lérida, en la provincia de la Tarraconensis, fue testigo de una de las batallas más importantes ocurridas en Hispania entre los seguidores de Pompeyo y los Cesarianos, con Julio César a la cabeza.

El prestigio de Julio César estaba en constante crecimiento por su éxito en las empresas militares, entre las que destacaba la reciente conquista de la Galia.

Tras la retirada de Pompeyo a Grecia, Julio César debía decidir si perseguir a su enemigo dejando expuesta la retaguardia a un posible ataque de los Pompeyanos desde Hispania, o marchar hacia Hispania para acabar con ellos allí y evitar la reunificación de un gran ejercito Pompeyano en Grecia. Julio César optó por marchar hacia Hispania. 

El ejercito Pompeyano en Hispania

Hispania estaba dominada por tres ejércitos pompeyanos a las órdenes de los legados Lucio Afranio, en la Citerior con tres legiones; Marco Petreyo en la Ulterior, entre el paso Cástulo y el río Anas (Guadiana), con dos legiones; y Marco Terencio Varrón en las tierras de los vetones, cruzando el Anas, en la Lusitania, con dos legiones.

Busto de Julio César

Su plan pasaba por la unión de fuerzas entre Afranio y Petreyo, mientras Varrón quedaba en retaguardia. El primero congregó a todos los auxiliares y jinetes que pudo en la Lusitania, mientras el segundo hizo lo mismo con celtíberos, cántabros y tribus costeras. Decidieron confluir en Ilerda, ciudad de ubicación estratégica, junto al rio Sicoris, actual Segre.

El ejército de Afranio y Petreyo sumaba 5 legiones,​ unos 30.000 legionarios, 80 cohortes de auxiliares, alrededor de 20.000 hombres,120​ algunos de infantería pesada con scutum y otros ligeros con caetras, y 5.000 jinetes.

El ejército Cesariano

César contaba con seis legiones, 6.000 infantes auxiliares y 3.000 jinetes que habían servido con anterioridad en la Galia, al que sumaría un número similar procedente de la Galia más un ejército de 2.000 aquitanos. Lo que hacía un total de 36.000 legionarios, 14.000 infantes auxiliares y 6.000 jinetes. 

Julio César envió a su legado, Cayo Fabio, al frente de tres legiones con la orden de ocupar los pasos pirenaicos del Collado de la Perche (en los pirineos franceses) y el Collado de Puigcerdá. Fabió expulsó a los hombres de Afranio del paso pirenaico y envió mensajeros a las tribus locales para ganarse su apoyo, lo que le permitió llegar a Ilerda sin complicaciones.

Al llegar a Ilerda, Fabio mandó construir dos puentes de madera sobre el río Sicoris (Segre), ya que los Pompeyanos controlaban el único puente de piedra. Estos dos puentes buscaban permitir el abastecimiento de víveres y la llegada de refuerzos.

Julio César llega a Ilerda

El plan Pompeyano pasaba por entretener a Julio César en Ilerda hasta que Pompeyo reuniese un número considerable de efectivos en Oriente que le permitiese acabar con Julio César.

A finales de junio Julio César llegó a Ilerda con 900 jinetes para establecerse junto a los hombre de Fabio. Los dos ejércitos (Pompeyanos y Cesarianos) y la ciudad de Ilerda se situaban en el margen derecho del río por lo que el control del paso de un lado a otro era de vital importancia.

A los pocos días de la llegada de César una gran tormenta acabó con los puentes construidos por el ejercito Cesariano, lo que complicó los planes de César para acabar con resistencia. Julio César ordenó su reconstrucción, por su importancia en el abastecimiento de comida, y guarnecer el campamento de su ejercito junto al río. El resto del ejercito fue desplegado en tres líneas y marchó hacia Ilerda, llegando a un perfecto llano, ideal para una batalla a campo abierto. El objetivo de César era aislar al ejercito Pompeyano y dejarlo sin acceso al único puente (de piedra) que seguía en pie y sin acceso a la ciudad de Ilerda, cuyos habitantes, en ese momento, era fieles a Pompeyo.

Busto de Julio César

El campamento Pompeyano esperaba en el cerro de Gardeny, una posición elevada que les daba superioridad en la batalla. Ante el avance enemigo decidió desplegar su ejercito frente al de César. César, haciendo gala de una de sus grandes habilidades, anticipó que sus enemigos no tomarían la iniciativa y ordenó a su tercera línea que en lugar de construir una empalizada, visible desde lejos, cavasen un foso de 4,5 metros de profundidad, lo que les permitió retirarse tras el mismo durante la noche.

Al día siguiente comenzaron las hostilidades entre ambos ejércitos, las dos primeras líneas del ejercito de Julio César se enfrentaron a las tropas Pompeyanas, mientras la tercera seguía con la construcción del foso y empalizadas.

Pero otro contratiempo sorprendió de nuevo a César, los ríos Segre y Cinca, debido al deshielo, crecieron de tal forma que volvieron a llevarse a por delante sus puentes dificultando la llegada de refuerzos y víveres. Debido a la fuerte corriente y a la espesa niebla de la zona, no pudo reconstruirlos. Lo que provocó que, en esta ocasión, fuese César quien estaba en desventaja, ya que sus enemigos controlaban la ciudad de Ilerda, el cerro de Gardeny y el Puig Bordell.

 Mapa de la batalla de Ilerda

Ante esta delicada situación, César decidió marchar río arriba con sus tropas e intensificar las labores diplomáticas con las tribus locales que, en esos momentos, estaban del lado Pompeyano. Una vez ubicado en el nuevo campamento, César ordenó la construcción de pequeñas barcas que permitiesen el paso de sus hombres de un lado a otro del río. Igualmente, y para facilitar el paso de la caballería, ordenó la construcción de canales que desviasen el agua del río para facilitar el paso de la caballería.

Ante esta situación, y gracias al trabajo de diplomacia de Fabio y las noticias de victorias del ejercito Cesariano que llegaban desde Masalia (Marsella), la gran mayoría de las tribus locales decidieron cambiar de bando y unirse al ejercito de Julio César que, una vez más, había conseguido revertir una situación que parecía abocada a la derrota.

Todo esto le permitió reforzar su ejercito frente a las murallas de Ilerda y avanzar hacia el enemigo hasta prácticamente rodearlo. Ante el temor del avance de las tropas Cesarianas, los generales Pompeyanos, Afranio y Petreyo, ordenaron a sus tropas replegarse hacia tierras más septentrionales y partir hacia la actual Mequinenza. Pero sin víveres y en inferioridad numérica la gran mayoría de sus hombres decidieron rendirse.

César, lejos de ensañarse, exigió a los rendidos que abandonasen Hispania siendo escoltados por cuatro legiones hasta el río Varum, cerca de la actual Niza.

La victoria en Ilerda permitió a César la conquista del resto de Hispania, y la clemencia mostrada con sus enemigos evidenció que para César era más correcto servirse de la diplomacia que dejarse llevar por la ira.

Tras esta batalla se popularizó la expresión "Ilerdam videas" como una suerte de maldición, debido a las complicadas situaciones meteorológicas a las que se enfrentaron los combatientes en las batalla de Ilerda.

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