Caesaraugusta
Caesaraugusta: La Zaragoza romana de César Augusto
¿Sabías que Zaragoza debe su nombre a un emperador romano? En efecto, la palabra Zaragoza proviene de Caesaraugusta, la colonia fundada en honor a César Augusto en el año 14 a.C.. Bajo las calles del centro actual, late aún el recuerdo de aquella ciudad romana que fue planificada por orden del primer emperador de Roma. En este blog viajaremos 2.000 años al pasado para descubrir, de forma apasionante y llena de curiosidades, el origen y la evolución de Caesaraugusta, y cómo Augusto dejó en ella una huella indeleble que impulsó el desarrollo de todo el valle del Ebro e incluso de Hispania entera.
Salduie, la ciudad íbera en el Ebro
Mucho antes de la llegada de los romanos, en la orilla del río Ebro ya existía un asentamiento próspero. Se llamaba Salduie y era la ciudad principal de los sedetanos, un pueblo íbero que habitaba esta zona desde el siglo III a.C.. Los hallazgos arqueológicos y las fuentes clásicas confirman su importancia: Salduie incluso acuñaba su propia moneda con leyendas en escritura íbera desde mediados del siglo II a.C.. El erudito Plinio el Viejo menciona a la ciudad con el nombre latinizado de Salduvia, prueba de que ya figuraba en los registros romanos de la época.
A comienzos del siglo I a.C., Salduie presentaba un notable grado de romanización. La aristocracia íbera local participaba en las campañas militares romanas (sirviendo en la caballería de las legiones), el latín se usaba como lengua común y las leyes romanas regían la resolución de disputas locales . A diferencia de otros pueblos de la región que se rebelaron (como los ilergetes liderados por Indíbil y Mandonio en épocas anteriores), los sedetanos de Salduie fueron aliados fieles de Roma . Esta temprana amistad e integración cultural sentó las bases para lo que vendría después: la transformación de Salduie en una gran colonia romana bajo el manto de César Augusto.
Augusto y la fundación de Caesaraugusta
El contexto de la fundación de Caesaraugusta está ligado a la figura de Octavio Augusto, el primer emperador romano, y a su ambicioso plan de consolidar el poder de Roma en Hispania. Tras años de campañas durísimas contra tribus del norte (las guerras cántabras y astures, 29-19 a.C.), Augusto logró pacificar la península y decidió reorganizar el territorio para integrarlo plenamente en el Imperio. Una de sus estrategias fue fundar colonias de veteranos en lugares estratégicos. En el valle medio del Ebro, donde se hallaba Salduie, Augusto vio la oportunidad perfecta para establecer una nueva ciudad que asegurara el control romano de la región y honrara sus propias victorias.
Así, en el año 14 a.C. (según la mayoría de investigaciones) nació formalmente la Colonia Caesar Augusta. No era un asentamiento totalmente nuevo, sino más bien una refundación: los veteranos romanos se integraron con la población indígena de Salduie para crear una colonia “mixta” romano-íbera. El geógrafo Estrabón, contemporáneo de Augusto, atestigua este origen dual al describir Caesaraugusta en su Geografía como una ciudad fundada sobre una anterior comunidad local. De hecho, Estrabón menciona a Caesaraugusta situada en la ribera del Ebro, junto a la vieja colonia de Celsa, indicando el carácter urbano ya existente en la zona .
Augusto honró a la nueva ciudad otorgándole su propio nombre. Caesaraugusta gozó del privilegio excepcional de llevar el nombre completo del emperador, algo poco común en todo el Imperio. Esta deferencia señalaba la importancia que Augusto concedía al lugar. Además, encargó la supervisión de la fundación a uno de sus más cercanos colaboradores: el general Marco Vipsanio Agripa, artífice de muchas obras y colonias en época augústea. Bajo la dirección de Agripa, se trazaron las nuevas calles y se distribuyeron las tierras para los colonos.
La población fundadora de Caesaraugusta estuvo compuesta en gran parte por soldados veteranos de las legiones IV Macedonica, VI Victrix y X Gemina, tropas que habían combatido duramente junto a Augusto en las guerras del norte. Tras años de campaña, estos legionarios recibieron tierras en la nueva colonia, cumpliendo un doble propósito: por un lado, defender el territorio (pues se asentaban soldados experimentados en un lugar estratégico) y por otro, romanizar la región fijando en ella pobladores leales a Roma. Los antiguos sedetanos y los recién llegados veteranos pasaron a compartir una identidad común como ciudadanos de Caesaraugusta, inscritos todos en la tribu Aniense (la circunscripción cívica asignada a la colonia) según las normas romanas .
Como colonia inmune, Caesaraugusta disfrutó de privilegios singulares dentro del Imperio. Tenía exención de impuestos imperiales y derecho a acuñar moneda propia, ventajas que la hacían muy atractiva para el comercio y el asentamiento. No todas las ciudades romanas tenían ese estatus, de modo que la colonia de Augusto se situaba en un rango prestigioso. De hecho, pronto comenzó a emitir monedas con la abreviatura C·CA (Colonia Caesar Augusta) en su inscripción. Un detalle curioso: bajo el emperador Calígula (37-41 d.C.), Caesaraugusta acuñó un dupondio que en el anverso mostraba el retrato de Agripa (el mismo general amigo de Augusto) y en el reverso representaba el ritual fundacional de la ciudad, probablemente la imagen de un colono arando un surco con el arado para delimitar el perímetro sagrado de la nueva urbe. En esa moneda aparecen también los nombres de Scipione y Montano, los dos duunviros (magistrados locales) que gobernaban la colonia en aquel tiempo. Gracias a esta moneda conocemos incluso a autoridades municipales de Caesaraugusta en el siglo I, una pequeña ventana a su organización política.
Auge de Caesaraugusta
Bajo el impulso de Augusto, Caesaraugusta floreció rápidamente. Su posición estratégica era inmejorable: a orillas del Ebro (navegable hasta allí) y cerca de la confluencia con los ríos Huerva y Gállego , lo que la dotaba de abundante agua y rutas naturales de comunicación. Augusto había dividido Hispania en nuevas provincias (Tarraconense, Bética y Lusitania) y Caesaraugusta quedó adscrita a la provincia Tarraconense . Además, se convirtió en capital de uno de los mayores distritos administrativos (conventus iuridicus) de la provincia, el Convento Caesaraugustano, que abarcaba un extenso territorio del valle medio del Ebro. De hecho, la flamante ciudad sustituyó en importancia regional a la vecina Colonia Celsa (Victrix Iulia Celsa, ubicada en Velilla de Ebro) y asumió el papel de cabecera comercial y jurídica de toda la zona. Esto muestra cómo la fundación augústea impactó en toda la región, reorganizando el poder local: muchas comunidades indígenas pasaron a orbitar en torno a Caesaraugusta y su foro, reforzando la romanización de todo el noreste de Hispania.
En sus primeros años, la ciudad ya contaba con lo esencial: un puente sobre el Ebro (en el lugar del actual Puente de Piedra) para conectar ambas riberas, un foro central para la vida pública, un sistema de cloacas y probablemente hasta un puerto fluvial y unas termas tempranas. Algunos estudios sugieren que varias de estas infraestructuras ya existían en época de la romanizada Salduie y fueron simplemente mejoradas tras la llegada de Augusto. En cualquier caso, a medida que avanzaba el siglo I d.C., especialmente bajo los emperadores sucesores de Augusto, Caesaraugusta entró en su etapa de mayor apogeo. La prosperidad económica (favorecida por la Pax Romana) impulsó grandes proyectos urbanos y embelleció la ciudad con monumentos.
Durante los siglos I y II d.C., Caesaraugusta se dotó de numerosos edificios públicos magníficos, muchos de los cuales conocemos hoy gracias a excavaciones. Por ejemplo, se construyó un nuevo foro monumental (remodelado en época del emperador Tiberio) como centro neurálgico político y religioso. También se amplió el puerto fluvial en la orilla del Ebro, que convirtió a Caesaraugusta en el principal centro de redistribución de mercancías del valle del Ebro. Desde aquí, bienes agrícolas, cerámicas, metales y otros productos podían salir en barcazas río abajo hacia la costa Mediterránea, o llegar desde otros puertos, dinamizando el comercio de toda Hispania interior. La ciudad asimismo estrenó unas termas públicas de gran tamaño, donde los habitantes disfrutaban del típico ritual romano del baño caliente y frío, socializando bajo pórticos adornados de mármol.
Una de las joyas de Caesaraugusta fue sin duda su teatro romano. Construido en la primera mitad del siglo I d.C. (en tiempos del emperador Claudio o Neron, según los arqueólogos), el teatro podía albergar alrededor de 6.000 espectadores, siendo uno de los más grandes de la Hispania romana. Tenía unos 106 metros de diámetro, gradas semi-circulares con excelente acústica y un escenario decorado con columnas y estatuas. Se ha descubierto que incluso poseía una característica poco común: un acceso exclusivo posiblemente para autoridades o quizás gladiadores, algo atípico en los teatros hispanos. El teatro debió de ser un orgullo local, al nivel de los de Mérida o Cartagena. Tras siglos enterrado, sus restos salieron a la luz en excavaciones del siglo XX, dándonos idea del esplendor cultural que vivió la ciudad.
La vida cotidiana en Caesaraugusta debió de ser la de una típica urbe romana en miniatura: con su foro bullicioso lleno de comerciantes y magistrados, sus templos dedicados a dioses romanos e incluso al emperador (se cree que existió un gran templo Capitolino cuyos cimientos se encontraron bajo la actual plaza de Pilar ), sus calles rectas trazadas a cordel, mercados cubiertos, talleres artesanales en las afueras y un anfiteatro (no confirmado aún arqueológicamente, pero probable en una ciudad de este tamaño). El agua era abundante y bien gestionada: canalizaciones de plomo traían agua desde manantiales cercanos, había cisternas, fuentes y baños por toda la ciudad , lo que demuestra un alto nivel tecnológico y de higiene pública para la época.
Augusto no solo dio nombre a Caesaraugusta, sino que con su política sembró en Hispania varias ciudades que llevarían el epíteto Augusta. Por ejemplo, fundó Emerita Augusta (Mérida) en Lusitania el mismo año 25 a.C. para sus legionarios eméritos, y otras urbes romanas como Asturica Augusta (Astorga) o Bracara Augusta (Braga) también se desarrollaron bajo su estela. Caesaraugusta formó parte de este legado de Augusto en Hispania, siendo un símbolo de la Pax Romana en el valle del Ebro. Gracias a la paz y las inversiones imperiales, toda la zona circundante prosperó: se abrieron vías (calzadas) que conectaban Zaragoza con otras ciudades (por ejemplo, con Emerita Augusta al oeste y con Tarraco al este, facilitando viajes de personas y transportes de cargas ), surgieron villas agrícolas en el campo que abastecían de aceite, vino y cereales, y la cultura latina se afianzó entre la población hispana. En resumen, la visión de Augusto convirtió un asentamiento íbero en una vibrante urbe romana, cuya influencia se sintió en toda la región e incluso en las dinámicas comerciales y administrativas de Hispania.
Caesaraugusta brilló durante los siglos I y II d.C., alcanzando su cenit en tiempos de los Antoninos. Su moneda circuló ampliamente por Hispania Citerior, su teatro atraía a gentes de toda la región, y su puerto animaba el comercio lejano. La ciudad era romana hasta la médula: en el bullicio de sus tabernas se hablaba latín con acento local, y en el foro se honraba al emperador cada primero de agosto (en la festividad de la Pax Augusta). Sin embargo, como tantas ciudades romanas, a partir del siglo III entró en declive por crisis económicas y las primeras incursiones bárbaras. Caesaraugusta resistió, se contrajo dentro de sus murallas reforzadas y pervivió transformándose con los siglos: sería Saraqusta en época islámica y finalmente Zaragoza, heredera de todo este legado.
El legado romano sigue vivo
La huella de Caesaraugusta sigue viva en la Zaragoza moderna, tanto bajo sus calles como a la vista de todos. Pocas ciudades pueden presumir de llevar el nombre de su fundador imperial y, además, conservar tantos restos de aquella época fundacional. Un recorrido por el casco histórico zaragozano nos permite viajar en el tiempo a la colonia de César Augusto:
- Bajo la Plaza de la Seo, junto a la catedral, se encuentra el Museo del Foro Romano de Caesaraugusta. Allí, en el subsuelo, podemos contemplar in situ los vestigios del foro: fragmentos del pavimento, columnas caídas, la estructura del mercado y, sobre todo, la monumental cloaca y las tuberías de plomo que canalizaban el agua en tiempos de Augusto. Paneles interpretativos y recreaciones audiovisuales nos devuelven la imagen de aquel foro bullicioso. Es estremecedor caminar donde dos mil años atrás se congregaban ciudadanos romanos entre vendedores de aceite y sacerdotes realizando sacrificios.
- Muy cerca, el Museo del Puerto Fluvial exhibe los restos del muelle romano a orillas del Ebro. Se aprecian las cimentaciones donde atracaban las barcas y un tramo del dique de contención del río. Este puerto, abandonado ya en el siglo VI d.C., es testimonio único del comercio fluvial romano en España. Uno casi puede imaginar los barcos cargados de ánforas arribando desde Dertosa (Tortosa) y los estibadores íberos gritando órdenes en una mezcla de latín vulgar y lengua nativa.
- A unos pasos, en la calle San Juan y San Pedro, el Museo de las Termas Públicas preserva la gran piscina de las termas centrales de Caesaraugusta. Se trata de una estructura rectangular rodeada por lo que fueron elegantes pórticos; hoy podemos ver su fondo original y algunas bases de columnas. Junto a ella están las letrinas comunitarias, con sus desagües comunicados a la cloaca principal. El museo, aunque pequeño, exhibe también objetos cotidianos encontrados allí - como esponjas, estrígiles (raspadores de sudor) y ungüentarios - que nos hablan de la rutina en aquellos baños. Uno puede casi escuchar el chapoteo en la natatio y las conversaciones ociosas de los bañistas romanos.
- El plato fuerte aguarda en el Museo del Teatro Romano de Caesaraugusta, un amplio espacio arqueológico abierto donde se alzan las ruinas del teatro. Tras ser descubierto en 1972 (¡por aviso de un vecino curioso!), el teatro se ha musealizado de forma modélica. Pasarelas elevadas permiten recorrer el perímetro de la antigua cavea, identificando las filas de gradas donde se sentaban desde los magistrados en las primeras filas hasta el pueblo llano en lo alto. Se distinguen también partes del escenario y el orchestra. Paneles informativos reconstruyen la fachada escénica con sus estatuas, y una exposición interior muestra hallazgos: capiteles, esculturas decorativas y hasta la noticia del periódico de 1972 que anunciaba el descubrimiento. Visitarlo es sumergirse en la vida cultural de hace veinte siglos, pues uno se encuentra rodeado por los cimientos de las casas medievales que estuvieron sobre el teatro, en una lección viva de estratigrafía urbana.
- Al aire libre, en pleno centro, Zaragoza exhibe orgullosa un tramo de sus murallas romanas. Junto al Torreón de la Zuda (una torre medieval) y el moderno Mercado Central, se extiende un lienzo de unos 80 metros de muralla con varias de sus imponentes torres semicirculares. Son los sillares originales del siglo III d.C., aún encajados unos sobre otros desafiando al tiempo. Este tramo, consolidado y restaurado, nos permite apreciar la escala colosal de las defensas de Caesaraugusta: cada torre ronda los 8–10 metros de diámetro. Otro segmento menor de muralla se integra en el Convento del Santo Sepulcro, al nordeste del casco antiguo.
El Augusto de Prima Porta, un regalo con mucha historia
No hay símbolo más elocuente de la huella romana en Zaragoza que la estatua de César Augusto que hoy preside la entrada a las murallas. Se trata de una copia en bronce del célebre Augusto de Prima Porta, la escultura del emperador con coraza y gesto de orador cuyo original en mármol se conserva en el Vaticano. ¿Cómo llegó hasta aquí esta imponente figura? Su historia nos lleva al convulso siglo XX, mezclando arte, política e historia.
En el año 1939, Europa sale de una guerra civil en España y se asoma a una Guerra Mundial. En Roma, Benito Mussolini, ferviente admirador del Imperio Romano, decide celebrar a Augusto en el XIX centenario de su nacimiento (63 a.C. – 1937 d.C.). Mussolini se veía a sí mismo como un “nuevo César”, heredero de la gloria de Augusto, e instrumentó una poderosa propaganda de romanità. En este contexto, en 1940 ordenó fundir decenas de réplicas del Augusto de Prima Porta para enviarlas a ciudades que tuvieran un vínculo histórico con el emperador (Tarragona, Pula, Bolonia) . De este modo, el Duce pretendía asociar su nombre al del legendario fundador capaz de unir y pacificar pueblos bajo una autoridad firme. Zaragoza fue una de las elegidas para recibir tan singular obsequio, por ser Caesaraugusta la colonia dedicada al propio Augusto.
La estatua de bronce viajó en barco desde Génova y llegó a España en plena posguerra, como ofrenda del gobierno italiano al gobierno español. En junio de 1940, Zaragoza celebró con pompa una “Semana Augústea” con conferencias, visitas arqueológicas y misas, culminando el día 21 de junio en la inauguración solemne de la estatua de Augusto.
Así, dos mil años después, la impronta de César Augusto y la Roma clásica pervive intensamente en Zaragoza. La ciudad moderna creció y cambió, pero en su trazado, en sus piedras y hasta en su nombre, late el recuerdo de aquella colonia fundada “en honor del César Augusto”. Pasear por Zaragoza es recorrer capas de historia: la íbera Salduie rebelde y aliada, la Caesaraugusta imperial y esplendorosa, la Saraqusta islámica y sabia, la Zaragoza foral y la metrópoli actual. Y en ese mosaico, la pieza romana brilla con luz propia. Augusto dejó aquí una ciudad que fue faro de romanización en Hispania; y dejó un legado cultural, cuyos ecos resuenan todavía. Si Roma es eterna, Zaragoza, la Augusta, es una de sus hijas predilectas. Sólo hace falta abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor para descubrir que la vieja Caesaraugusta sigue viva en cada esquina de la ciudad.
Caesaraugusta nunc est, Caesaraugusta está aquí y ahora, invitándonos a no olvidar nuestras raíces.