Augusto, su paso de Octavio a Augusto
Como vimos en otra entrada del blog, la batalla de Accio fue un importante punto de inflexión para Octavio y para la República Romana. Roma no había funcionado correctamente como una república durante mucho tiempo debido a las guerras civiles que habían surgido durante la vida de Julio César y, especialmente, después de su asesinato.
El asesinato de Julio César tenía la intención de liberar a Roma de un líder que estaba acumulando poder personal; con su muerte, el Senado podría recuperar el control, y la República romana volvería a ser, sólo eso, una república.
Debido a una combinación de buena suerte y gran planificación, Octavio se había librado de todos sus principales competidores por el poder romano. Era, sin duda, el individuo más poderoso de la República Romana, aunque la República Romana fue diseñada para que ninguna persona tuviese un control completo. Octavio reconoció que tomar el poder por la fuerza no iba a ser una forma efectiva de convertirse en el único gobernante del mundo romano. Necesitaba de alguna manera ganar el apoyo tanto del pueblo, que estaba desesperado por la estabilidad, como del Senado, que estaba desesperado por controlar el equilibrio de poder con Roma.
Co-Cónsules
Después de su victoria en Accio, Octavio marchó triunfalmente de vuelta a Roma con su general más importante, Agripa, a su lado. Octavio y Agripa fueron elegidos para los puestos de cónsul, pero Octavio aún tenía que ganarse la confianza del Senado antes de empezar a acumular poder real. Era una situación difícil tanto para Octavio como para el Senado; él necesitaba su apoyo, y ellos necesitaban la estabilidad que su autoridad traería, pero también sospechaban, naturalmente, de un joven líder poderoso con el legado de Julio César sobre sus hombros.
Roma, en ese momento, estaba sufriendo mucho como resultado de las muchas guerras civiles que habían tenido lugar. Con un gobierno que se centraba en las luchas de poder y las batallas que se desarrollaban en lugares lejanos, la aplicación de la ley romana se había deteriorado, y había un amplio malestar social. Octavio era la única esperanza para la República romana, si ésta quería volver a algún tipo de sociedad estable y productiva de nuevo.
El primer pacto
En el 27 a.C., Octavio realizó uno de sus más importantes y calculados movimientos para ganar un amplio apoyo popular y político. Regaló sus territorios y ejércitos a la República Romana, a su gente y al Senado. Esta gran demostración de renunciar a su propio poder a favor de un retorno a los valores tradicionales de la República romana fue clave para ganar la confianza del Senado y del pueblo. Octavio aún disfrutaba de una gran riqueza y de la lealtad de aquellos que habían luchado por él. Daba la impresión de que no buscaba ganar poder personal o autocracia, sino que apreciaba los ideales de la República romana. Fue incluso más allá, gastando su propio dinero para hacer importantes infraestructuras para Roma, como edificios y redes de carreteras, de esta manera, se ganó el afecto de la gente del pueblo. Para Octavio era especialmente importante dar una buena impresión porque era muy consciente de que Julio César había sido asesinado por sus intentos de obtener poder personal y que podría sufrir el mismo destino si se sospechaba de sus verdaderos objetivos.
Octavio fue aclamado como el restaurador de la República romana. El senado, a su vez, le dio más responsabilidad, poniéndolo a cargo de gran parte del territorio romano, que abarcaba Siria, Galia, Chipre, Egipto e Hispania. Este era un método de gobierno aceptado en la República romana en tiempos de crisis. El objetivo era que Octavio trajera estabilidad a estas provincias rebeldes, mientras que otras áreas serían supervisadas por gobernadores designados por el Senado, o procónsules, lo que significaba un retorno al método tradicional de gobierno en la República romana. Octavio se aseguró de que tenía influencia en el nombramiento de los procónsules y consideraba que la autoridad de estos últimos estaba algo por debajo de la suya.
Al aceptar controlar esta enorme franja de territorio romano durante diez años, Octavio pudo mantener la pretensión de querer que el poder se quedara con la República romana y no con él como individuo. También le dio el control de la mayoría de las legiones de Roma, así que tenía el poderío de los militares a su lado. Gran parte de su poder se debió a la amenaza tácita pero muy palpable de su ejercito. Este método de gobernar los territorios romanos llegó a ser conocido como el Primer Pacto.
Octavio se convierte en Augusto
Poco después de que se estableciera el Primer Pacto, el 16 de enero del 27 a.C., Octavio recibió el honor de un nuevo titulo: Augusto. Este era el nombre por el que sería más conocido, un nombre con un sesgo religioso que significa "ilustre" o "venerado". Octavio era ahora conocido como Octavio César Augusto. La concesión de este nuevo título era más que un simple nombre nuevo; era un símbolo externo de su cambio de papel tanto en el gobierno de Roma como en la mente de los ciudadanos. Además de este nuevo nombre, Augusto también adoptó el título de de princeps civitatis, que significa el primero entre los ciudadanos o el primer y más alto ciudadano de la República romana.
Con este nuevo honor llegaron una serie de beneficios que serían una muestra visible del poder y de la influencia que Augusto tenía. En la tradición romana, los vestigios externos del poder eran importantes símbolos de estatus que instantáneamente le decían a todos quiénes y cuán importantes eran. Sin embargo Augusto rechazó ideas como llevar coronas o diademas, empuñar un cetro o ponerse la eminente toga púrpura que Julio César había hecho famosa, Augusto sabía que, si apareciese abrazando los símbolos del poder con demasiada libertad, las sospechas de los que le rodeaban se levantarían, y así, su intento de mantener la apariencia de la República romana fracasaría.
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