Augusto, el nacimiento de un Imperio
El período temprano del Imperio romano es conocido por los historiadores como el Principado. Se considera que el Imperio romano comenzó en el año 27 a.C. El principado era un régimen, esencialmente, dictatorial que se disfrazaba para parecerse a la República romana. No era un regreso a la monarquía, sino una autocracia disfrazada.
Augusto fue ganando poder poco a poco. Mantuvo una poderosa fuerza militar, incluyendo una fuerte guardia personal para su propia protección. También se dedicó a hacer mejoras sociales y de infraestructuras, y estableció rutas comerciales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Durante este tiempo, fue ganando poder mientras seguía vendiendo su imagen de protector de la República romana. Manteniendo el Senado intacto, aunque con menos miembros, y consultándolos sobre ciertas decisiones, parecía que la República romana funcionaba como debía, cuando en realidad Augusto ya era todopoderoso.
El Segundo Pacto
En el 23 a.C., Augusto cayó gravemente enfermo, fue tan grave se consideró que se estaba muriendo. En su lecho de muerte encargó a Agripa que se hiciese cargo de todas su cuentas financieras y delegó en él toda su autoridad militar. También decidió quién debía recibir sus posesiones y propiedades. Lo que no hizo sin embargo, fue nombrar un heredero. Esto fue una sorpresa; Augusto tenía un sobrino, Marco Claudio Marcelo, a quien se creía que Augusto había favorecido, y se esperaba que Marcelo fuera nombrado heredero. Siendo un hombre muy poderoso, se esperaba que Augusto nombrara a alguien para heredar su autoridad y posición en la sociedad, pero él se dio cuenta de que esto sería un paso hacia el imperialismo y provocaría hostilidad entre sus leales seguidores.
Mientras se recuperaba de su enfermedad, Augusto reconoció la necesidad de un nuevo pacto. El Primer Pacto había funcionado bien para él, y era emperador de Roma en todo menos en el nombre. Sin embargo había varias razones para considerar un segundo pacto, la mayoría de ellas girando en torno a la necesidad de que el gobierno de Augusto continuara siendo aceptado para aquellos que eran reacios a la idea de un gobernante dictatorial, o cualquier cosa que se asemejara a una monarquía, todo esto con el fin de adquirir más poder sin levantar sospechas o incitar resentimientos.
En primer lugar, Augusto renunció al consulado. Su acto de renuncia hizo parecer a todos que Augusto quería honrar el proceso republicano y dar a otros la oportunidad de servir al pueblo. Aún se le permitía sentarse en la plataforma del cónsul, y conservaba su papel de procónsul para territorios fuera de la propia Roma, lo que representaba un poder considerable. A cambio de esta renuncia, Augusto recibió el de poder de tribunicia potestas (poder de tribuno) de por vida, lo que le permitió presidir elecciones, vetar leyes que no quería que se aprobaran, sugerir sus propias leyes y socavar leyes ya aprobadas exonerando a los que habían sido condenados por algún delito. No sólo era el líder del Senado, sino que también tenía el derecho a convocar una reunión del senado en cualquier momento y a ser el primero en hablar en dicha reunión.
Dentro de la propia Roma, Augusto fue puesto al mando de las fuerzas armadas, conocidas como imperium. El mando existente de Augusto en los territorios romanos también se amplió; podía incluso prevalecer sobre los procónsules que gobernaban las provincias. Todo esto significó que el Segundo Pacto sirvió para consolidar y legitimar su poder, no para disminuirlo, como podría parecer. Augusto había logrado apaciguar a los que estaban preocupados por su poder mientras que, en realidad, ganaba más autoridad.
La crisis de alimentos
En el año 22 a.C. hubo una seria escasez de alimentos y el pueblo, pidió que se le diera a Augusto un poder dictatorial para que pudiera resolver el problema. Al igual que antes, Augusto hizo ademán de rechazar este poder, para acceder finalmente, y la escasez de alimentos fue resuelta de forma increíblemente rápida. De hecho ocurrió tan rápido que algunos sugirieron que él diseñó toda la catástrofe para poder acudir al rescate y ganarse la confianza y la admiración de la gente.
El Segundo Pacto no solo fue un buen trato para Augusto, sino que también disipó los temores del Senado. Durante el período en que Augusto estaba enfermo, hubo preocupaciones sobre lo que pasaría si el hombre del que Roma dependía tanto moría; con su muerte, la guerra civil sería otra vez inevitable. Con la estabilidad en su mente, Agripa fue nombrado procónsul y se le dieron poderes similares a los de Augusto, aunque de menos alcance. Augusto casó a su hija Julia la Mayor con Agripa en un matrimonio diseñado para asegurar la lealtad de Agripa y conseguir nietos que Augusto pudiera adoptar como herederos masculinos. Esto significaba que el Senado y el pueblo tenían paz mental, y Augusto tenía un segundo al mando que le era leal. Augusto consideraba que el Segundo Pacto en el año 23 a.C. fue cuando comenzó su reinado, mientras que los historiadores suelen utilizar la fecha en que se le dio el título de Augusto, en el año 27 a.C.
Al asegurar el Segundo Pacto, Augusto introdujo un período de relativa paz y prosperidad. La caótica disrupción de los años anteriores finalmente terminó, y hubo una oportunidad para que la atención de Roma se volviera a la construcción de un imperio.
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