Julio César, sus problemas económicos y sus indiscreciones personales
A final del año 62 a.C. los problemas económicos de César eran tan importantes que se vio obligado a salir a escondidas para evitar que sus acreedores le cogieran.
En aquella época, muchos veían la posibilidad de gobernar una provincia como una oportunidad de resarcir la deudas que habían contraído para hacer valer su candidatura, y César no era una excepción. De acuerdo con el derecho romano, cualquier hombre que se presentase a unas elecciones tenía la potestad para ofrecer donativos, en metálico, a los miembros de su tribu. Estos gestos garantizaban a quien los hacía la aclamación del pueblo de Roma. Por el contrario, el exceso de lujos privados no estaba nada bien visto entre la sociedad romana. Por esta razón, César quiso dejar claro que las colosales sumas de dinero que había pedido prestado se debían más a lo aportado para el beneficio del ciudadano que para sus propios placeres personales.
La personalidad de Julio César
A Julio César le gustaba cuidar su imagen, vestía ropa de moda e intentaba ocultar su incipiente calvicie peinándose cuidadosamente. Otro de los aspectos interesante de Julio César era que se trataba de una persona completamente abstemia y poco dada a las grandes comilonas. Esa meditada mesura contrastaba con el despilfarro del régimen anterior. Los personas cercanas a Sila habían seguido el ejemplo de su anterior general construyéndose grandes villas y disfrutando de disparados banquetes.
César trataba con extrema benevolencia a sus esclavos y era muy popular entre sus gladiadores, principalmente por no hacerles luchar a muerte, como era habitual en esa época.
El punto débil de Julio César eran los asuntos de alcoba y, era precisamente ahí donde le atacaban sus enemigos. Sus enemigos afirmaban tener pruebas de su relación con Nicomedes IV de Bitinia en el año 80 a.C., en la época en la que ocupaba el cargo de embajador ante la corte del rey. En aquella época estaba mal visto adoptar un rol pasivo en las relaciones sexuales entre hombres y por esta razón le acusaban de "no ser un verdadero hombre". En los mentideros de Roma corrían un rumor sobre él que decía que era "marido de todas las mujeres y esposo de todos lo hombres". Este rumor enfurecía a César sin embargo, no pudo hacer nada por contenerlo y hasta sus propios soldados, que sentían verdadera admiración por él, le llamaban "Reina de Bitina".
En el año 67 a.C., Julio César había contraído matrimonio por segunda vez. Su esposa era una de las mujeres más bellas de Roma, Pompeya, hija de Quinto Pompeyo Rufo y nieta de Sila. Este matrimonio le garantizaba tener buenas relaciones con la parte más conservadora del Senado romano. Pompeya era muy bella y no le faltaban pretendientes a los cuales no siempre rechazaba. Aurelia, la madre de Julio César, descubrió la relación matrimonial que mantenía con el joven Publio Clodio Pulcher. A comienzos del año 61 a.C., durante la festividad de la Bona Dea, diosa de la virginidad y la fertilidad femenina, fueron descubiertos. En esta celebración no estaba permitida la presencia de hombres y en la celebración en casa de Pompeya, Clodio fue descubierto aun estando disfrazado de mujer. No recibió ninguna condena por parte de César pero no podía permitir tener una esposa infiel, con lo que su familia consiguió que se divorciará de Pompeya, quedando libre para contraer un nuevo matrimonio.
Julio César, el asalto al poder
César se las ingenió para capear sus problemas económicos y las difamaciones de sus adversarios. El año que pasó como gobernador en Hispania le permitieron reunir una suma importante de dinero para sufragar todas sus deudas y presentarse como candidato al consulado en el año 59 a.C. Ganó con facilidad aquel plebiscito y empezó a consolidar su posición.
César empezó a tramar su plan para tejer una alianza ventajosa para él. Primero casó a su única hija, Júlia, con Pompeyo y después para acercarse políticamente tanto a Pompeyo como a Craso. Explotando su posición de cónsul, que le permitía proponer leyes al pueblo sin necesidad de contar con la aprobación previa del senado. Prometió promulgar leyes que ayudasen tanto a Pompeyo como a Craso a saldar sus deudas que tenían con el estado en aquellos momentos a cambió de de que ellos respaldasen un edicto que pusiera en manos de César la provincia que él mismo eligiese. Esto creó un gran revuelo en el senado romano, hasta el punto que alguien acabó volcando el contenido de un orinal sobre un amigo cónsul de César. Finalmente este movimiento resultó exitoso para Pompeyo y Craso y, César no contento con hacerse con el control de una provincia se aseguró la primacía en tres.
En los inicios del año 58 a.C., César dejó Roma para gobernar las provincias de la Galia transalpina (sur de de la actual Francia), la Galia cisalpina (norte de Italia) y el Ilírico (la actual Croacia).
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